3ª Era



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jueves, 17 de diciembre de 2009

En honor a la mentira


   
     La mentira y la verdad son gente muy particular. Con la mentira se puede uno mentir al igual que con la verdad, como reflejaremos más abajo. La mentira tiene la ventaja de que puede conjugarse de más formas que la verdad. No necesita determinados aliados. Por ejemplo, si yo digo con la mentira, -te he mentido o me miento…-, con la verdad no puedo. Porque no es adecuado decir -te he verdado o me he verdadeo- sin caer en un uso inadecuado del idioma y por lo tanto de su significación. 

    Tendría que, en caso de utilizar la verdad, poner un -te he dicho la verdad-. Cosa que la mentira no necesita. Intenten sencillamente conjugar -yo miento, tu mientes, el miente, nosotros mentimos, etc…-, con la verdad. Obtendríamos un desbarajuste silábico descomunal. Obtengámoslo pues, del modo en que se evidencie el desaguisado: -yo verdo, tu verdas, el verda (aquí es –el- quien casi se ajusta, por los pelos), nosotros verdamos, vosotros verdais, ellos verdan.

    Vemos pues, que la mentira no necesita más gente para conjugarse, mientras que la verdad necesita aliados : - yo digo la verdad, tu tienes la verdad, ellos saben la verdad- y así. Desde una básica cautela y para no extender confusión, la mentira y la verdad no se pueden considerar antónimos por completo o incluso contrarios.

    Entonces, podemos empezar a contemplar que todo esto puede influir en que, en general, nos resulte tan fácil mentir y tan difícil verdar.

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